ORACIONES DEL CRISTIANISMO MÍSTICO

martes, 26 de enero de 2016

ORACIONES DEL CRISTIANISMO MÍSTICO

En el menú que se encuentra en la cabecera de mi blog, he incluido una página llamada Oraciones del Cristianismo Místico, en la que he incluido una oración inspirada en la teología mística cristiana (que incluye la escolástica)  y en la filosofía cristiana.
Para comprender en toda su amplitud el contenido de dicha oración, es necesario tener algunas nociones básicas de la teología mística cristiana y de la filosofía cristiana. Para tal efecto, y anticipando que algunos lectores no cuentan con tales nociones, he tomado de Wikipedia las definiciones y descripciones de dichos conceptos que presento a continuación:

Teología mística cristiana
La Teología mística cristiana es una de las ramas de la Teología cristiana caracterizada por la búsqueda apofática de una experiencia personal, unitiva y amorosa con Dios. También comprende el conjunto de disciplinas ascéticas y meditativas encaminadas a tal fin. También se la conoce como Teología negativa.
La vía mística
En la explicación de la vía mística hay diferencias entre los distintos autores que pueden atribuirse a la dispersión geográfica y temporal de los místicos, la variedad personal de la experiencia mística y el grado de formación teológico de los mismos. Para esta parte se sigue fundamentalmente a San Juan de la Cruz, por ofrecer una de las exposiciones más completas y claras.
Tradicionalmente, la mística es un camino de tres vías o etapas: la vía purgativa, la vía iluminativa y la vía unitiva.
Vía purgativa
La vía purgativa consiste en la purgación de la memoria, entendida como potencia del alma, para limpiarla de los apegos sensitivos que provienen del cuerpo. En palabras de San Juan de la Cruz:
Hay que perder el gusto por el apetito de las cosas.
El apetito como tal no tiene por qué ser malo pero sí lo es el apego o gusto que provoca en la memoria, porque la impide orientarse plenamente hacia Dios. La privación corporal y la oración son los principales medios purgativos. El estado en que se sume la memoria se llama esperanza.
Vía iluminativa
La vía iluminativa consiste en la elevación del entendimiento hacia Dios, entendido como potencia del alma. Una vez limpio el entendimiento de toda relación con las criaturas, queda vacío para entregarse a la sabiduría oscura o sabiduría secreta que se sabe sin necesidad de entender, experiencia que en la mística se llama Fe.
Vía unitiva
La vía unitiva consiste en la purificación de la voluntad, entendida como potencia del alma. En ella el alma alcanza el grado más perfecto de la unión con Dios, ya que ha vaciado su propia voluntad, lo más suyo para entregarla a Dios. Es el grado más perfecto de la caridad.
Antropología espiritual de la mística
La mística se basa en la idea de las tres potencias del alma: memoriaentendimiento y voluntad. Esta idea que ya se encuentra en Platón pasa al cristianismo donde es enriquecida, relacionándola con las tres personas de la TrinidadSan Buenaventura en el Itinerario de la mente hacia Dios considera la memoria como facultad imagen del Padre, el entendimiento como facultad imagen del Hijo y la voluntad como facultad imagen del Espíritu Santo.
Filosofía cristiana
La filosofía cristiana ha planteado muchos problemas a lo largo de la historia del pensamiento. Modernamente ha sido objeto de diversas interpretaciones y hay unos que niegan rotundamente que tenga alguna validez y otros que declaran que es la única forma posible de hacer genuina filosofía.[cita requerida]
Historia
Clemente de Alejandría y Orígenes se convirtieron en los fundadores de la filosofía cristiana. Ciertamente el término de filosofía cristiana ha planteado muchos problemas a lo largo de la historia del pensamiento.
Períodos de la filosofía cristiana
I. Período antiguo o de iniciación (siglos I al IV)
  • Padres apostólicos (siglo I); pensadores cuya vida transcurrió en los tiempos apostólicos. Destaca san Clemente de Roma.
  • Padres de la Iglesia o patrística (siglos II y IV); Con la excepción de san Agustín de Hipona (354–430), no crearon un sistema filosófico completo. El pensamiento agustiniano dominará toda la filosofía medieval hasta el siglo XIII, en que surgirá Tomás de Aquino:
a) Padres apologistas (siglo II); destacan san Justino y Tertuliano. Defendieron al Cristianismo de los ataques paganos. Filosóficamente no tienen gran interés; en general, su postura frente a la filosofía pagana es adversa;
b) Escuela cristiana de Alejandría (siglos II y III); primeros intentos de exposición sistemática del pensamiento cristiano en términos filosóficos. Reivindicaron el cristianismo como la expresión más perfecta del pensamiento filosófico. Tuvo como fin ilustrar y formar a los cristianos y atraer a los gentiles a la fe cristiana. Destacan san Clemente de Alejandría y Orígenes. Postura conciliadora respecto de la filosofía;
c) Los capadocios (siglo IV); en su enseñanza cristiana manejan todo el instrumental de la filosofía griega. Destacan san Basiliosan Gregorio Nacianceno y san Gregorio de Nisa, originarios de Cesarea de Capadocia.
II. Período de transición (siglos V al VIII)
Pseudo Dionisio: personaje anónimo, probablemente del siglo V; gozará de gran prestigio entre los escritores cristianos de los siglos VI y VII.
  • Boecio (hacia 480–525); traduce y comenta algunos libros del Organon aristotélico; el conocimiento que se tiene de Aristóteles en la Edad Media hasta el siglo XI se debe, fundamentalmente, a su aportación personal.
  • San Isidoro de Sevilla (siglos VI–VII), quien funda una escuela para la formación del clero que actúa como foco de cultura para toda España; escribe las Etimológicas, obra de carácter enciclopédico muy consultada en la Edad Media.

III. Escolástica (siglos IX al XIV)
  • Período de formación (siglos IX al XI); el renacimiento carolingio: hacia el año 800Carlomagno funda una academia para la formación de los gobernantes que da lugar a un importante período de desarrollo cultural en el siglo IX:
Juan Escoto Erígena (primera mitad del siglo IX);
San Anselmo (1033–1109); importante filósofo, en particular por su «argumento ontológico» para la demostración de la existencia de Dios.
  • Período de desarrollo (siglo XII). El problema fundamental más tratado fue el de los universales:
  • Período de apogeo (siglo XIII):
a) Aristotelismo cristiano: recuperación del pensamiento aristotélico. Destacan san Alberto Magno (1206–1280) y santo Tomás de Aquino (1224–1274);
b) Filosofía del franciscanismo: vuelta al agustinismo y platonismo. Destacan san Buenaventura (1221–1274) y Duns Scoto (1266–1308).
  • Decadencia (siglos XIV y XV):
Guillermo de Ockham (1290–1349).
IV. Ilustración (siglos XVIII y XIX)
La época alrededor de 1800 significa una pausa histórica, no sólo en la historia europea en general —desde la Revolución francesa, pasando por las guerras napoleónicas, hasta el Congreso de Viena y la Restauración—, sino en particular también en la historia de la cultura: es un fin y un nuevo comienzo. La filosofía cristiana (católica) en su forma tradicional parece superada y casi totalmente barrida por los seguidores del filósofo racionalista (católico) René Descartes que, intentando demostrar que la verdad existe en un mundo que se volvía escéptico, dejó de lado la fe y los sentimientos, marcando toda la filosofía moderna y contemporánea a favor o contra del racionalismo, así surgen: la Ilustración, el pastor cristiano pero no católico Immanuel Kant, el idealismo y el positivismo (hiper-racional o cientificista). Está como sumergida en un vacío intelectual y tiene que empezar de nuevo a encontrar su conexión con la vida cultural de la época. En esta situación se produce un nuevo despegue de orientaciones y enfoques metodológicos, adecuados a los hechos, en el pensamiento cristiano.

 Escolástica
La escolástica (del latín scholasticus, y éste a su vez del griego σχολαστικός [aquel que pertenece a la escuela]) es una corriente teológica y filosófica que utilizó parte de la filosofía grecolatina clásica para comprender la revelación religiosa del cristianismo.
La escolástica fue la corriente teológico-filosófica dominante del pensamiento medieval, tras la patrística de la Antigüedad tardía, y se basó en la coordinación entre fe y razón, que en cualquier caso siempre suponía una clara subordinación de la razón a la fe (Philosophia ancilla theologiae -la filosofía es sierva de la teología-).
Dominó en las escuelas catedralicias y en los estudios generales que dieron lugar a las universidades medievales europeas, en especial entre mediados del siglo XI y mediados del XV.
Su formación fue, sin embargo, heterogénea, ya que acogió en su seno corrientes filosóficas no sólo grecolatinas, sino también árabes y judaicas. Esto causó en este movimiento una fundamental preocupación por consolidar y crear grandes sistemas sin contradicción interna que asimilasen toda la tradición filosófica antigua. Por otra parte, se ha señalado en la escolástica una excesiva dependencia del argumento de autoridad y el abandono de las ciencias y el empirismo.
Pero la Escolástica también es un método de trabajo intelectual: todo pensamiento debía someterse al principio de autoridad, y la enseñanza se podía limitar en principio a la repetición de los textos antiguos, y sobre todo de la Biblia (principal fuente de conocimiento). A pesar de todo ello, la escolástica incentivó la especulación y el razonamiento, pues suponía someterse a un rígido armazón lógico y una estructura esquemática del discurso que debía exponerse a refutaciones y preparar defensas.
Evolución
Ideológicamente la escolástica evolucionó en tres fases, a partir de la inicial identificación entre razón y fe, ya que para los religiosos el mismo Dios es la fuente de ambos tipos de conocimiento y la verdad es uno de sus principales atributos, de forma que Dios no podía contradecirse en estos dos caminos a la verdad y, en última instancia, si había algún conflicto, la fe debía prevalecer siempre sobre la razón, así como la teología sobre la filosofía.
De ahí se pasó a una segunda fase en que existía la conciencia de que la razón y la fe tenían sólo una zona en común.
Por último, ya a fines del siglo XIII y comienzos del siglo XIV, en una tercera fase, la separación y divorcio entre razón y fe fueron mayores, así como entre filosofía y teología.
Fuente: Wikipedia.
De todos los autores que pertenecen ya sea a la filosofía o a la teología mística cristianas, los que más han influido en mi pensamiento y en mi oración mística son los siguientes: San Agustín de Hipona (El libre albedrío), Santo Tomás de Aquino (El ente y la esencia), Eckhart, San Juan de la Cruz, San Francisco de Sales y Santa Teresa, entre otros.



viernes, 18 de septiembre de 2015

El Espiritualismo Ético, la ley eterna y los actos morales buenos y malos (III)

Procede San Agustín en el mismo capítulo XIII, a brindar la definición de cada una de las virtudes cardinales:
“…es la prudencia el conocimiento de las cosas que debemos apetecer y de las que debemos evitar”
“  Y la fortaleza, ¿no es acaso aquella inclinación del alma por la que despreciamos todas las incomodidades y la pérdida de las cosas cuya posesión no depende de nuestra voluntad?”
“ Y la templanza es aquella disposición que modera y reprime el deseo de aquellas cosas que se apetecen torpemente…”
En relación con la templanza, dice San Agustín que es la virtud que refrena las pasiones y agrega: “¿Qué hay tan enemigo de la buena voluntad como la pasión desarreglada? Por donde fácilmente comprenderás que este amante de su buena voluntad ha de resistir y combatir las pasiones por todos los medios posibles,  y que justamente, por tanto, se dice que tiene la virtud de la templanza”
Y en relación con la buena voluntad, le explica el gran filósofo medieval a su discípulo Evodio: “… es dichoso el hombre amante de su buena voluntad y que ante ella desprecia todo lo que se estima como bien, y cuya pérdida puede sobrevenir aún a pesar de la firme voluntad de conservarlo”
“ Si, pues, amamos y abrazamos asimismo con todo el afecto de nuestro corazón a esta nuestra buena voluntad, y la preferimos a todas las cosas que no podemos retener con nosotros, aunque queramos, síguese que moran en nuestra alma aquellas virtudes en cuya posesión consiste precisamente el vivir recta y decentemente, como la razón nos lo ha demostrado. De donde resulta que el que quiere vivir recta y decentemente, si realmente prefiere este querer a los bienes fugaces de la vida, conseguirá indudablemente ese tan inmenso bien…”
El capítulo XV lleva como título “EXTENSIÓN Y SIGNIFICACIÓN DE LA LEY ETERNA Y DE LA LEY TEMPORAL”
Nos dice San Agustín que según la Ley Eterna, la vida feliz debe atribuirse  a la buena voluntad  y la miserable a la mala. Además, afirma que quien ama la Ley Eterna sobre todas las cosas, con vehemencia y con plena fidelidad, vive rectamente y en consecuencia, vive perfectísimamente ordenado, porque está amando un bien que es eterno e inmutable. Muy diferente es el caso de las personas que perseverando en su mala voluntad, continúan amando las cosas mudables y temporales en lugar de buscar la sabiduría y el perfectísimo ordenamiento de sus vidas. Para ellas, la desdicha es su justa retribución según la Ley Eterna.
Luego, en el mismo capítulo XV, ante una pregunta hecha por San Agustín, Evodio le contesta: “…aquellos a quienes el amor de las cosas eternas hace felices, viven a mi modo de ver, según los dictados de la Ley Eterna, mientras que los infelices viven sometidos a la ley temporal”
Luego le pregunta San Agustín a Evodio: “¿Manda, por consiguiente, la Ley Eterna que apartemos nuestro amor de las cosas temporales y lo convirtamos purificado a las cosas eternas?” Y por supuesto que Evodio responde: “Lo manda”
En el capítulo XVI, que es el último del Libro Primero de El Libre Albedrío, afirma San Agustín que existen “…dos géneros de cosas, eternas unas y temporales otras, e igualmente dos suertes de hombres, unos que siguen y aman las eternas y otros que siguen y aman las temporales…” Además le explica a su discípulo Evodio, que “…el obrar mal no consiste sino en despreciar las cosas inmutables… y en seguir por el contrario, como cosa grande y admirable, las cosas mudables, que se gozan por el cuerpo, parte más baja del hombre, y que nunca podemos tener como verdaderas. A mí me parece que todas las malas acciones, es decir, todos los pecados, pueden reducirse a esta sola categoría”  
Si hacemos un compendio de todo lo que hemos visto hasta aquí y lo incorporamos a las definiciones iniciales de la Ley Eterna que aparecen en la primera parte, entonces nuestra definición ampliada de dicha ley quedaría de la siguiente manera: es aquella norma sustentada en la propia razón del Poder Superior, que nos manda amar las cosas ORDENADAMENTE, conforme su grado de perfeccionamiento espiritual, y no preferir lo material a lo espiritual, ni lo efímero a lo eterno, ni lo cómodo y placentero a lo virtuoso.  

Una vida regida por la buena voluntad y por el cumplimiento riguroso de la Ley Eterna, es una vida perfectísimamente ordenada, en la que -tal y como lo vimos en la segunda parte de esta trilogía- la mente inegoísta del individuo tiene el mando supremo sobre la libídine y además, está plenamente respaldada por un estilo de vida con énfasis en el perfeccionamiento espiritual (estudio de la sabiduría universal, reflexión, oración, meditación, auto evaluación del mejoramiento continuo como aspirante espiritual o insipiente, puesta en práctica de las herramientas para dominar las pasiones, etc.), en el cultivo de la paz y de las virtudes cardinales y teologales, en una vida modesta y austera en lo material, en la disposición al sacrifico en función de los demás, etc. Luego, un acto moralmente bueno, es aquel que se encuentra  sustentado en la Ley Eterna, y en consecuencia, el hombre que vive gobernado por la Ley Eterna, se encuentra perfectísimamente ordenado hacia un fin, que es utilizar su vida como medio para evolucionar espiritualmente y en consecuencia, para aspirar a la Unión Divina antes y después de su muerte. Y en este sentido, la Misión de la Fe Transcendental que ya hemos conocido a fondo en todas las anteriores monografías, es un medio idóneo para cumplir cabalmente con la Ley Eterna.

sábado, 6 de junio de 2015

El Espiritualismo Ético, la ley eterna y los actos morales buenos y malos (II)

El capítulo XI de El Libre Albedrío tiene el siguiente título: LA MENTE QUE DE SU PROPIA VOLUNTAD SE SOMETE A LA LIBÍDINE JUSTAMENTE ES CASTIGADA (por el temor de perder o por la pérdida consumada de bienes materiales-personales).
Entre los elementos más importantes de este capítulo, dice San Agustín: “…en modo alguno puede ser injusta aquella naturaleza, sea la que fuere (se refiere a Dios), que es superior a la mente virtuosa. Así que ni ésta, aunque más poderosa, obligará jamás a la mente a someterse a la libídine”. Por lo tanto, “…ninguna otra cosa hace a la mente cómplice de la pasión sino la propia voluntad (cuando no está clarificada) y el libre albedrío”
En relación con el castigo que sufren los que “no poseen la sabiduría” y se entregan voluntariamente al imperio de la libídine, San Agustín se toma su tiempo para analizar detalladamente las consecuencias de semejante acto retorcido y alejado del camino de la virtud: “…las pasiones ejercen su dominio  sobre ella (la mente) cruel y tiránicamente, y que a través de mil y encontradas tempestades perturban profundamente el ánimo y vida del hombre, de una parte, con el temor, y de otra, con el deseo; de una, con angustia, y de otra, con vana y falsa alegría; de una, con el tormento de la cosa perdida y muy amada, y de otra, con el ardiente deseo de poseer lo que no se tiene; de una, con sumo dolor por la injuria recibida, y de otra, con anhelo de venganza. Adondequiera que se vuelva, la avaricia le acosa, la lujuria le consume, la ambición le cautiva, la soberbia le hincha, la envidia le atormenta, la desidia le anonada, la obstinación le aguijonea, la humillación le aflige, y es, finalmente, el blanco de otros innumerables males que lleva consigo el imperio de la libídine”
El capítulo XII se titula “LOS QUE SE SOMETEN A LAS PASIONES, JUSTAMENTE SUFREN LAS PENAS DE ESTA VIDA MORTAL…”
En este capítulo reitera San Agustín que quienes han abandonado el reino de la virtud (o como lo ha llamado en capítulos anteriores: el reinado del espíritu, el señorío de la mente) y han elegido servir a la libídine, a las pasiones, sufrirán las penas de la vida mortal.
Luego San Agustín define un concepto extremadamente importante para la comprensión del destino escatológico (el desenlace de la supervivencia espiritual) del ser humano: la buena voluntad. El filósofo medieval la define así: “Es la voluntad por la que deseamos vivir recta y decentemente y llegar a la suma sabiduría”
Una buena voluntad es una voluntad clarificada y espiritual, y una vida recta y decente, es una vida orientada por el recto camino de las virtudes.
En relación con el valor inestimable de una buena voluntad, dice San Agustín que dicho bien no tiene comparación alguna con las riquezas, con los honores y con los placeres.
“El que tiene esta buena voluntad tiene ciertamente un bien, que debe preferir con mucho a todos los reinos terrenos y a todos los placeres del cuerpo. Más el que no la tiene, carece, sin duda, de lo que es superior a todos los bienes que no está en nuestro poder poseer”
El capítulo XIII lo titula San Agustín así: “POR PROPIA VOLUNTAD VIVIMOS UNA VIDA FELIZ O UNA VIDA MISERABLE”
Imperativo aclarar en relación con el título dos cosas. Primero, cuando San Agustín habla de felicidad, se refiere al concepto sabio y virtuoso de felicidad, producto de una vida perfectísimamente ordenada, en la que la mente inegoísta de un hombre o de una mujer, tiene el mando supremo sobre la libídine (el universo de deleites, apegos, deseos y pasiones) y está plenamente respaldada por un estilo de vida con énfasis en el perfeccionamiento espiritual, en el cultivo de las virtudes cardinales y teologales, en una vida modesta y austera en lo material, en la disposición al sacrifico en función de los demás, etc. Muy diferente, es la acepción vulgar  de felicidad de las personas que pertenecen al gran rebaño de ovejas domesticadas (cultural y religiosamente) y que son la inmensa mayoría de seres humanos), subyugados por el reino de la libídine. En este caso, su felicidad está condicionada por lo que tiene y aspira a tener (deleites, apegos, deseos, pasiones). Es decir, es el concepto de felicidad que corresponde a una vida totalmente desordenada y retorcida, donde lo más imperfecto prevalece sobre lo más perfecto.
En síntesis, son dos cosas diametralmente opuestas, la felicidad del sabio (o aspirante espiritual o practicante incipiente), y la felicidad del necio.

Segundo, el necio puede ser que esté disfrutando y presumiendo de una vida llena de opulencia, de éxito material-personal, de reconocimiento, de placeres y de alabanzas. Sin embargo, por su desconocimiento de la sabiduría y por comprometer su vida al reino de las pasiones, es tan extremadamente torpe que ignora que su vida es miserable.

martes, 19 de mayo de 2015

El Espiritualismo Ético, la ley eterna y los actos morales buenos y malos. (I)

Una de las funciones más importantes de la ética es juzgar la rectitud de las acciones, de tal manera que sea posible discriminar diáfanamente entre los actos humanos buenos y los actos humanos malos. El criterio o instrumento universalmente válido para medir objetivamente la rectitud moral de una acción, es su capacidad de perfeccionar la naturaleza humana. Distinguir entre aquello que perfecciona o degrada al ser humano, resulta ser sin duda alguna, un parámetro universal preciso para medir el bien moral y el mal moral. Ahora bien, hasta aquí, todo es claro y contundente. Pero de inmediato surge una duda muy razonable: ¿qué debemos entender por perfeccionamiento? O  dicho de otra manera,  ¿cuál es el verdadero perfeccionamiento universalmente válido? ¿Aquel que muchas personas  que pertenecen al gran rebaño de ovejas domesticadas considerarán que poseen, si se le increpa con la pregunta pertinente, o aquel que se fundamenta en la ley eterna?
Si la capacidad de perfeccionar al ser humano, es el criterio utilizado por la ética para determinar objetivamente la rectitud de una acción, la ley eterna es el criterio utilizado  para definir objetivamente lo que es dicho perfeccionamiento.
Dado el papel tan importante que  tiene la ley eterna en la ética, resulta imperativo conocer a fondo su contenido y sus implicaciones para el ser humano, y para tal propósito, empezaremos con algunas definiciones clásicas de dicha ley:
1) La ley que descansa en la propia razón de Dios y de la cual derivan todas las demás leyes. Santo Tomás dice que es eterna e inmutable porque a Dios le corresponde la eternidad. Dios ordena todas las acciones, tanto humanas como no humanas hacia su fin. A diferencia de Aristóteles, Santo Tomás pone el fundamento del bien en un fundamento más trascendental que la propia naturaleza: Dios.
2) “… la ley eterna no es otra cosa que la razón de la sabiduría divina en cuanto principio directivo de todo acto y todo movimiento”.
Santo Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 93, artículo 1    
3) “…es la razón suprema de todo, a la cual se debe obedecer siempre...”  “…es aquella en virtud de la cual es justo que todas las cosas estén perfectísimamente ordenadas” “…ninguna fuerza, ningún acontecimiento, ningún fallo de cosa alguna llegará nunca a hacer que no sea justo el que todas las cosas estén perfectísimamente ordenadas”.
San Agustín de Hipona. El libre albedrío, capítulo VI.

En su legendaria obra El Libre Albedrío, San Agustín de Hipona le explica a su discípulo Evodio, el entramado de dicha ley capital. Dice San Agustín que “…cuando la razón domina estas tendencias del alma (el amor a la alabanza y a la gloria y el deseo de dominar), entonces es cuando se dice que el hombre está perfectamente ordenado. Porque es claro que no hay buen orden, ni siquiera puede decirse que haya orden, allí donde lo más digno (la razón, la voluntad), se halla subordinado a lo menos digno…” (Capítulo VIII)
Continúa San Agustín en su diálogo con Evodio y en el mismo capítulo: “…pues cuando la razón, mente o espíritu gobierna los movimientos irracionales del alma, entonces y solo entonces, es cuando se puede decir que domina en el hombre lo que debe dominar, y domina en virtud de aquella ley que dijimos que era la ley eterna”
El capítulo IX lleva como título “LA DIFERENCIA ENTRE EL SABIO Y EL NECIO ESTÁ EN EL SEÑORÍO O ESCLAVITUD DE LA MENTE”
En relación con la anterior disyuntiva, San Agustín le presenta a Evodio en forma elocuente, el contraste entre un ser humano que ha escogido sabiamente y uno que se ha rendido al imperio de la libídine: “…cuando el hombre se encuentra perfectísimamente ordenado, es verdaderamente sabio. Su  mente tiene el mando supremo sobre la libídine”. “…yo llamo sabios a los que mediante del reinado del espíritu han conquistado la paz subyugando todas las pasiones”
Con respecto a los hombres y mujeres dominados por su personalidad egoísta (es decir, por los deleites, los apegos, los deseos y las pasiones), San Agustín hace la siguiente aseveración: “…es claro que el hombre tiene mente, aunque de hecho no tenga señorío sobre sus pasiones…sin embargo, no ejerce el principado ya que es insensato (o necio), y de sobra es sabido que el reinado de la mente no es propio sino de los sabios”
El capítulo X lleva como título “NADA OBLIGA A LA MENTE A SERVIR A LA LIBÍDINE”
En este capítulo procede Evodio a hacer una comprobación de lo que ha aprendido de su maestro: “… ya hemos visto que la humana sabiduría consiste en el señorío de la mente sobre las pasiones y que es también evidente que puede no ejercer de hecho ese señorío” (en el caso de una mente débil dominada por su personalidad egoísta).
Luego lo interpela San Agustín de la siguiente forma: “¿Crees tú que sea la libídine más poderosa que la mente, a la que sabemos que por ley eterna ha sido dado el dominio sobre todas las pasiones? Por lo que a mí toca, no lo creo de ningún modo, porque no habría orden perfectísimo allí donde lo más imperfecto dominara a lo más perfecto. Por lo cual juzgo de necesidad que la mene sea más poderosa que la codicia, y esto por el hecho mismo de que la domina con razón y justicia”
Haciendo un compendio de lo que hemos visto hasta aquí, podemos afirmar que la ley eterna es una ley sustentada y emanada de la propia razón del Poder Superior y de la cual, deriva la ley natural o ley moral. Esta última es inherente a la razón humana, porque está “impresa” en la mente de todos los hombres y mujeres. La ley eterna es justamente eterna e inmutable porque a Dios le corresponde la eternidad. La ley eterna es el principio directivo al cual debería obedecer todo acto y todo movimiento, es aquella ley en virtud de la cual, es justo e imperativo que todo acto y todo movimiento esté perfectísimamente ordenado de acuerdo con el criterio de que lo espiritual siempre debe tener prioridad y muchísima mayor trascendencia que lo material y personal. Es decir, en la escala de valor de toda persona, sus objetivos espirituales y el cumplimiento de las virtudes (fortaleza, templanza, prudencia, tolerancia) siempre deberían tener muchísimo mayor rango e importancia que sus objetivos materiales-personales (lo más perfecto prevalece y manda sobre lo más imperfecto) Y dicha jerarquía debería verse reflejada en un estilo de vida correctamente ordenado, en el que los deleites, los apegos, los deseos y las pasiones se encuentren sometidas al señorío de la mente (inegoísta) y al reinado del espíritu.

No es sino apegándose fielmente a la ley eterna, como el ser humano logrará que sus actos morales sean buenos y se encuentren perfectísimamente ordenados. Una persona con una vida perfectísimamente ordenada, es una persona sabia en la que su triada (inteligencia inegoísta, intuición o fe, voluntad clarificada espiritual) tiene el mando supremo sobre la libídine o sobre su personalidad egoísta o cuaternario (sus instintos animales, su cuerpo de emociones y su inteligencia egoísta, calculadora). 

domingo, 11 de enero de 2015

La Espiritualidad Ética y la pasión por el desapasionamiento

En este momento de mi vida, cuando tengo ya 51 años cumplidos, y luego de muchos años de estudiar la Sabiduría Universal y de luchar por consolidar un estilo de vida consecuente con todo lo que abarca ese maravilloso y majestuoso universo de conocimientos (la sabiduría oriental, hindú, egipcia, precolombina, la filosofía griega -que a su vez incluye el ascetismo, el estoicismo, la ataraxia, la apatía entre otros- la teosofía, la masonería, el hermetismo, la ética atemporal, la metafísica y la ontología, el espiritualismo ético, etc.), me siento feliz de tener la dicha de compartir una frase de mi autoría que sintetiza en forma lacónica y elocuente, todo ese maravilloso espectro de conocimientos trascendentales. Dicha frase es la siguiente: ¡PASIÓN POR EL DESAPASIONAMIENTO! Y si esta frase tiene un significado impactante y estimulante para ti, y si además aspiras a que tu vida sea consecuente con dicha frase o norma, entonces tienes que ser capaz de liberarte de la gran dependencia que tienes con los deseos, con  las emociones fuertes y con los motivos materiales-personales como medios para sentirte entusiasmado, motivado, feliz,  y para estar convencido de que tu vida tiene una razón de ser. Al mismo tiempo, tienes que decretar tu libertad absoluta en relación con el anterior tipo de elementos superficiales del mundo de ilusión e ignorancia del gran rebaño de ovejas domesticadas. Tú no eres una oveja domesticada, tú eres un supervivencialista espiritual extremo que trabaja 16 horas al día todos los días del año, cumpliendo con la misión de la Fe Trascendental (1). Y por cada hora de trabajo, recibes una paga: en primer lugar, la posibilidad de experimentar una maravillosa e indescriptible autorrealización de tipo espiritual, y en segundo lugar, el reconocimiento –por parte del Poder Superior- de pequeñas cantidades de méritos que son fundamentales para que puedas aspirar a la Unión Divina. Solamente los artesanos de su propio Yo Superior serán capaces de utilizar esta vida como medio para evolucionar espiritualmente y en consecuencia, para acceder a dicha Unión Divina.
Con la práctica disciplinada, metódica y permanente de dicha premisa o norma (vivir con pasión por el desapasionamiento), llegará el tiempo en el que tu alma se conservará bastante limpia de agentes tóxicos y/o contaminantes, y en el que podrás experimentar con cierta frecuencia, un maravilloso bienestar que no depende de ningún apego, que no está condicionando a la posesión de un determinado bien material o personal, sino que es un bienestar derivado de la libertad absoluta en relación con la materia y el deseo.  Es un bienestar que tiene lugar en tu yo interior y que no puede ser afectado o condicionado por el mundo mezquino de los deleites, los apegos, los deseos y las pasiones. Es un bienestar que tiene la virtud de hacer que tu Yo Superior sea infinitamente mayor que tu yo inferior (tu personalidad egoísta), y de liberarte totalmente del mundo ilusorio de la materia y el deseo.
En ese estadio existencial de plenitud que es la Unión Divina, no existen por definición, los deleites, los apegos, los deseos, las pasiones, los motivos, la vanidad, los condicionamientos. El estadio existencial de plenitud es el desapasionamiento absoluto. Durante nuestra breve estancia en el mundo material, tenemos que desenvolvernos mediante un estilo de vida lo más cercano posible a ese mundo espiritual de desapasionamiento. Tenemos que vivir como si no tuviéramos personalidad egoísta. Si nuestro estilo de vida no guarda cierta coherencia con la esencia de lo que es la Unión Divina, estaremos evidenciando un grado de evolución espiritual muy pobre y por lo tanto, que aún no estamos preparados para acceder a dicho escenario. En consecuencia, nuestras almas una vez separadas del cuerpo físico, continuarán su proceso de maduración en el estadio existencial carencial, en el que experimentarán diferentes grados de precariedad espiritual.

Durante los ejercicios de meditación tenemos que llegar a alcanzar un nivel de misticismo tan alto, que sea capaz de simular lo que es en realidad la Unión Divina. 

(1) Misión de la Fe Trascedental: Trabajar como instrumento de Dios para hacer el bien y como exterminador de deseos, 16 horas al día 365 días al año. Lo anterior implica trascender tu personalidad egoísta a través de una planificación estratégica llamada Espiritualismo Ético.

lunes, 11 de agosto de 2014

La Espiritualidad Ética y nociones de escatología

De acuerdo con el diccionario que tengo en mis manos, escatología es el conjunto de creencias y doctrinas relacionadas con el destino último del hombre y del universo. Normalmente es considerada una rama de la teología cristiana, sin embargo puede aplicarse a cualquier religión o doctrina relacionada con la trascendencia del plano material al plano espiritual. Así por ejemplo, cuando pensamos en la salvación o en la vida eterna (religión cristiana) y en la reencarnación (religión y/o sabiduría oriental), estamos entrando en el campo de la escatología.
En la religión cristiana, la salvación se logra básicamente a través de la fe (la aceptación de Jesús como el hijo de Dios que encarnó en hombre para salvar al mundo). Pero de acuerdo con la Sabiduría Universal, la fe por sí sola no es suficiente para tener acceso a la Unión Divina (supervivencia espiritual, vida eterna, salvación), sino que además es imperativo el conocimiento de los principios de dicha sabiduría y su respectivo aprovechamiento, de tal manera que la persona pueda liberarse del deseo y de la materia a través de una voluntad clarificada y comprometida con el perfeccionamiento del Yo Superior.
Dicho conocimiento podemos llamarlo "gnosis" o Fe Trascendetal. La Fe Trascendental es la fe al servicio de la voluntad espiritual (Atma) y de la inteligencia inegoísta (Manas). Por el contrario, la fe mundana u ordinaria, es la fe al servicio de la personalidad egoísta y de la mente calculadora.
Desde el punto de vista de la sabiduría universal y su conocimiento ancestral acerca de la naturaleza septenaria del ser humano y de la naturaleza transitoria de las cosas,  una sola vida no es suficiente para lograr la evolución espiritual requerida para aspirar a la Unión Divina, ya que la dependencia con las pasiones, con los deseos, con las emociones fuertes y con los motivos materiales-personales es extremadamente poderosa, y representa una fuerza incontenible que se apodera de nuestra personalidad desde la niñez. Por esta razón, en la sabiduría universal se considera que la reencarnación es una de las posibles formas que existen para prolongar el tiempo y el espacio requeridos para dicha evolución espiritual.
Sin embargo, existen otras opciones escatológicas que pueden deducirse de los  grandes principios de la sabiduría universal, como por ejemplo, la evolución del alma separada del cuerpo en estadios existenciales carenciales, en los que las almas  -aún dominadas por su inteligencia egoísta y calculadora- experimentarán determinados grados de precariedad existencial que eventualmente les permitirá adquirir el suficiente grado de evolución para aspirar a la Unión Divina (que es el estadio existencial de plenitud). 
Si estamos totalmente de acuerdo, que en una eventual vida eterna o supervivencia espiritual, por definición no existirán las necesidades de ningún tipo, ni el deseo, ni los apegos con los bienes exteriores, ni los motivos, ni las emociones ni los placeres, ¿no te parece lo más lógico y coherente, que en esta vida terrenal efímera conformada a partir de espejismos y de cosas ilusorias (desde el punto de vista temporal, espacial y de la naturaleza del átomo, todos los bienes exteriores o bienes materiales-personales son virtualmente inexistentes), debemos practicar un estilo de vida lo más cercano posible a ese estadio existencial de plenitud que nos aguarda? ¿No será más bien una condición indispensable para tener derecho a la Unión Divina y para eludir el estadio existencial carencial? 


miércoles, 28 de mayo de 2014

El Espiritualismo Ético y los gurús, los genios y los virtuosos

A menudo encontramos en los medios de información, anuncios que invitan al público a participar en conferencias o seminarios impartidos por expertos muy renombrados y que debido a una moda que empezó no hace muchos años, son llamados “gurús”. Se me ocurre entonces por decir un nombre, el Dr. Paz, “el gurú de la auto ayuda y la motivación”, o el Master  Henderson, “el gurú de las ventas al detalle”, o el catedrático Reyes Ruiz, “el gurú de las ciencias gerenciales”, etc.  En el diccionario que tengo a mano, gurú significa director espiritual o jefe religioso. Me parece que quienes iniciaron la costumbre de denominar gurú a un experto sumamente reconocido, obedece a un deseo de sobredimensionar sus cualidades principalmente para efectos mercantiles, atribuyéndole a esa persona algo así como un don especial de carácter mágico o místico, de tal manera que tiene la capacidad de influir en forma elocuente en sus seguidores o simpatizantes, de transformar sus vidas o de potenciar tangiblemente sus destrezas, para el logro de objetivos materiales-personales.  
También es importante considerar que en el ámbito de la superación material-personal, existen diferentes tipos de personas virtuosas, según su profesión. Tenemos a los virtuosos del balón, del violín, del contorsionismo, etc. Sin embargo, aunque se trate de los y las mejores futbolistas, músicos y contorsionistas del mundo, y aunque han  tenido una voluntad férrea para dominar un arte o una técnica, tienen un común denominador con el resto de mortales: son personas dominadas por el deseo, por los placeres, por la vanidad y por los apegos con los bienes exteriores. Es decir, a pesar de sus  destrezas extraordinarias -que dependiendo de la popularidad de la actividad que desarrollan pueden llevarlos a convertirse en súper  estrellas-  pertenecen al gran rebaño de ovejas domesticadas cultural y religiosamente. Lo mismo aplica por supuesto, para los llamados gurús y para cualquier persona que sea considerada un genio de cualquier campo del conocimiento científico o tecnológico.
Los aspirantes espirituales debemos apreciar un elemento común en todas las personas que son consideradas gurús,  genios o que son virtuosas en una determinada actividad artística, deportiva o de cualquier otra índole: me refiero a la pasión con la que se entregan a su trabajo. Una pasión igual o mayor aún, es la que requerimos los artesanos del Yo Superior para transformarnos en personas virtuosas en el dominio de nuestra personalidad egoísta.
En la medida que vayamos adquiriendo cierto dominio sobre la personalidad (o sobre el yo inferior o el kama manas), podremos irnos liberando poco a poco  de la condición tan deplorable de ovejas domesticadas, ya que en esa misma medida iremos adquiriendo un relativo grado de libertad en relación con la materia y el deseo. En el contexto de la Sabiduría Universal, virtuoso es aquel que logra dominar su personalidad para convertirse en instrumento de Dios para hacer el bien y en un exterminador o depredador de deseos. Y es muy oportuno indicar en este punto, que dicho dominio  lo alcanzaremos con base en una planificación estratégica de tipo espiritual; con base en la Fe Trascendental (la fe al servicio del Yo Superior y no al servicio del yo inferior); con base en el conocimiento y la aplicación de los principios y herramientas de la Sabiduría Universal; con base en una voluntad clarificada y espiritual; con base en un estilo de vida totalmente consecuente con la Ética Espiritual.
Por otro lado, tengo la certeza de que en el mercado de expositores  y conferencistas internacionales, nunca vamos a encontrar un gurú en el dominio de su personalidad egoísta (es decir, dominador de los deseos, de los placeres, de los motivos, de los apegos, de las pasiones mundanas, de su vanidad, de su carácter). Primero, porque dicha profesión es tan compleja, tan difícil, y requiere de un sacrificio tan monumental (prácticamente de carácter ascético), que no es sino hasta en la etapa madura de la vida, que una persona puede empezar a vislumbrar cierto progreso que lejos de causarle satisfacción, aumenta su humildad, ya que ha logrado adquirir una mayor comprensión de  la magnitud de la misión que se ha impuesto. En consecuencia, nadie puede llegar a tener el suficiente grado de dominio sobre su yo inferior o kama manas, como para que merezca ser llamado un gurú en dicha disciplina (que es sagrada). Segundo, porque el tema de la ruptura con la personalidad (es decir, con el deseo y con la materia) no tiene clientela ni acogida ni aceptación en el mundo del gran rebaño de ovejas domesticadas. No es un campo de estudio y de ejercitación espiritual/volitiva atractivo para la gran masa adicta a los bienes materiales-personales y consumidora de dogmas. En ese sentido,  se requieren de atributos excepcionales (quizás innatos) para iniciar el camino del aspirante espiritual y para identificarse plenamente con  la misión de Fe Trascendental, cuya definición indiqué anteriormente: Trabajar como instrumento de Dios para hacer el Bien y como exterminador de deseos, 16 horas al día 365 días al año.

Existen líderes o guías espirituales  tales como Osho, Sri Sri Ravi Shankar, Ghandi, el Papa, el Dalai Lama, etc. Sin embargo, me reservo el derecho de dudar acerca del nivel de dominio que tienen ellos sobre sus propias personalidades egoístas. Por lo tanto, previendo que quizás no tengan los atributos necesarios para ser verdaderos líderes espirituales (esto que afirmo, en el contexto de la Sabiduría Universal, libre de los dogmas), uno tiene que tratar de ser su propio gurú en materia de dominio de la personalidad egoísta y en materia de la aplicación de los principios de la Sabiduría Universal. Uno tiene que ser su propio genio al hacer meditación trascendental y experimentar la libertad absoluta.